jueves, 29 de agosto de 2013

Léanse el 'breve' tratado de Keynes

El absoluto desconcierto de la profesión de los economistas ante la persistencia de la crisis y la recesión está provocando multitud de arbitrios y ocurrencias en lugar de una análisis razonado de las causas de los problemas que han provocado y siguen provocando miseria y sufrimiento a una parte importante de la población, sobre todo en Estados Unidos y Europa, arbitrios y ocurrencias que lejos de solucionar los problemas los están agravando o perpetuándolos en el tiempo en el mejor de los casos.
El panorama del análisis económico a la hora de enfrentarse a la crisis económica salvo raras pero honrosas excepciones, no puede ser más desolador. La mayoría de lo publicado recuerda los arbitrios, aquellos que tan magistralmente ridiculizara Cervantes primero en las Novelas Ejemplares y son tan disparatados como los que mencionara después en El Quijote.
Pero creo que ahora estamos aun peor que en el siglo XVII porque aquellas obras de los arbitristas daban una interpretación institucional al atraso de la economía española, ahora ni eso. En la actualidad, casi nadie tiene en cuenta el cuerpo de doctrina convencional que enseñamos a los estudiantes de economía en la mayoría de las universidades del mundo. Un cuerpo de doctrina recogido en excelentes manuales de Introducción a la Economía y de Microeconomía y Macroeconomía intermedias. Un cuerpo de doctrina que ha sido avalada tanto por la teoría como por la evidencia empírica.
Pues bien, el desconcierto, la polémica, y las ocurrencias que rodean a la política monetaria actual a escala internacional parecen olvidar todo lo que la teoría y la evidencia empírica nos han enseñado desde que los diferentes autores comenzaron a preocuparse por el funcionamiento del dinero. Sería bueno que la profesión, cuando cita a los autores del pasado, se asegurara de qué es lo que dijeron, dónde lo dijeron y por qué lo dijeron.

La demanda de dinero

Existen dos conceptos fundamentales para entender la crisis que sufrimos e intentar solucionarla: el concepto de demanda de dinero y la famosa ley de los mercados de J.B. Say. Ambos conceptos tiene mucho que ver con J. M. Keynes, sin duda el último crítico de la ley de Say.
A continuación nos vamos a referir al concepto de demanda de dinero y dejaremos para una próxima entrega el problema de la ley de los mercados de J.B. Say. Como hemos venido repitiendo en estas mismas páginas, desde Aristóteles hasta el siglo XV se pensó que la condición necesaria y suficiente para que el valor del dinero permaneciera estable, y de esta forma también los precios lo fueran y no alteraran ni la distribución de la renta ni el contenido de los contratos, era que las monedas tuvieran pleno contenido metálico, esto es, que el valor facial de las monedas coincidiera con el valor intrínseco de las mismas, esto es, con el valor del oro o la plata de que estaban hechas.
En el siglo XVI los españoles Domingo de Soto, Martín de Azpilcueta, Tomás de Mercado y Luis de Molina se dieron cuenta de que el pleno contenido metálico, siendo una condición necesaria, no lo era suficiente, y descubrieron la teórica cantidad de dinero de los precios y explicaron las variaciones de los precios por las variaciones en la cantidad de dinero.
Nuestros autores, lo mismo que haría Marshall en 1871, aplicaron el análisis de oferta y demanda para explicar el valor del dinero. En el ámbito académico se parte de un supuesto excesivamente fuerte, pero avalado por la evidencia empírica, de que la demanda de dinero es constante y de ahí que pensemos que los aumentos en la cantidad de dinero más allá del aumento de los bienes y servicios intercambiables por dinero se convierten en aumentos del nivel general de precios.
Keynes y el dinero
Pues bien, en 1923 John Maynard Keynes publica un libro titulado Breve tratado sobre la reforma monetaria. En el capítulo III, I, "La teoría cuantitativa del dinero" Keynes analiza los distintos términos de la cuantitativa y pone de manifiesto el supuesto de la constancia de la demanda de dinero afirmando que "en el largo plazo, es probablemente cierto. Pero este largo plazo es una guía confusa para la coyuntura. En el largo plazo estamos todos muertos".
Keynes tenía razón y desarrollaría esta idea en la Teoría General con su concepto de preferencia por la liquidez. El que Keynes tenía razón se demuestra porque los inmensos aumentos en la cantidad de dinero que han tenido lugar en los últimos cinco años no han conseguido el más mínimo efecto y ello es debido a que la demanda de dinero es tan alta que todos los aumentos del mismo son absorbidos sin que pasen a los circuitos económicos.
Como punto de partida podemos afirmar que el concepto de demanda de dinero está estrechamente relacionado con el concepto de preferencia por la liquidez elaborado por John Maynard Keynes (Teoría General, libro IV, capítulo XIII, II). Señala Keynes aquí los tres motivos para demandar dinero que desarrollaría en capítulo XV.
Pero el concepto de preferencia por la liquidez acorde con el fenómeno que estamos sufriendo lo encontramos en el capítulo XXII titulado "Notas sobre el ciclo económico", en el que señala que los orígenes de la crisis se identifican con el colapso repentino del tipo de beneficio que él denomina eficiencia marginal del capital, lo que implica que "el pesimismo y la incertidumbre sobre el futuro ocasionará casi de forma natural un gran aumento de la preferencia por la liquidez", lo que se traducirá en un aumento de la demanda de dinero, porque la gente prefiere dinero a cualquier otro tipo de activos o mercancías.
Victoriano Martin es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico de la Universidad Rey Juan Carlos
 
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